domingo, 10 de enero de 2010

Como si fuera agua


Siempre me pregunto, ¿Cómo harán para vivir los que no escriben? Y no sólo los analfabetos, sino los que no precisan de la escritura para explicarse la vida. ¿A qué recurrirán? ¿Cómo plasmarán las sensaciones? ¿Dónde las alojarán para no olvidarse? ¿Qué es lo que hace que uno nazca con tanta tinta adentro como para sentir la necesidad de andar escribiendo por la vida como quien respira? ¿En qué se apoyarán? ¿Con qué mitigarán las faltas? ¿Dónde depositarán el dolor, las esperanzas, el odio o la angustia cuando son lastimados? ¿Qué forma encontrarán para sacarle el jugo a lo que viven? ¿Cómo viven?
Si hay algo que está ahí y me enorgullece es el deseo de escribir a toda hora. La necesidad imperiosa de hacerlo para vaciarme. No importa si cumple con las reglas literarias. Importa qué es lo que sale de adentro. Siempre está la escritura a flor de piel, pidiéndome un lugarcito. Como un remedio que sana. Como un archivo que almacena mosaicos de vida y los junta y los distorsiona y los convierte en otra cosa.
La escritura es como el agua para mi pez.