domingo, 20 de diciembre de 2009

La vida de los peces


Me fascina la vida de los peces como metáfora de la vida humana. Estrategias, modos, acciones para su supervivencia que bien podrían trasladarse a los comportamientos de las personas.
La vida de los peces es fascinante por donde se mire. Empezando por el mito de la memoria y siguiendo con curiosidades tales como que tienen capacidad de percibir el dolor. O paradojas como que pueden sentir sed y necesitan tomar agua para evitar morir deshidratados. O que duermen aunque no posean párpados. O que nunca chocan entre ellos porque poseen una línea capaz de que percibir cambios en la presión del agua. O que algunos (una especie selecta) posee huesos de color verde. O que tienen pésimo sentido del olfato. O una clase de pez, el cirujano, que posee una defensa particular (a cada lado una espina afilada como un bisturí) que no se evidencia más que cuando lo intentan atacar. Allí salen a la luz esos dos “cuchillos” que le permiten sobrevivir.
La vida acuática es tan rica que amo descubrir detalles. Pero más me gusta conocer los mecanismos de protección de los peces, que son mecanismos tan curiosos como los de las personas. Algunos desarollan una coraza para que no los lastimen. Otros se repliegan, se esconden o, contrariamente, muestran un costado que despista. Algunos olvidan pronto. Otros luchan por que eso no suceda.
Peces y personas. No tan distintos.